Amaba a los gatos hasta que adoptó al equivocado

Poco tiempo después de convertirse Mexicali en una ciudad, habitó una joven mujer quien amaba a los gatos. Al salir de su trabajo se dedicaba por completo a cuidarlos, alimentarlos y mimarlos, no podía ver un gato desamparado por las calles sin que ella lo adoptara como suyo llevándolo a su nuevo hogar.

Una noche escuchó unos fuertes golpes en la ventana, creyendo era un vecino buscando ayuda corrió hacia la ventana para sorprenderse al ver un gato negro de ojos brillantes y larga cola observándola. Abriendo la ventana lo dejó entrar a su casa, parecía ser un gato cariñoso y no se quiso apartar de ella ni al dormir en su cama.

Pero al pasar los días cada que llegaba de trabajar encontraba cada vez menos de sus compañeros gatunos, hasta que uno a uno fue desapareciendo, excepto el recién llegado gato negro y una pequeña gatita. Al llegar un día a su casa, ambos gatos la recibieron pero ella tomó en sus brazos a la gatita, lo que pareció irritar al gato negro maullando tan fuerte que hasta los vecinos lo escucharon creyendo eran los gritos de una persona.

Al día siguiente la joven encontró a la gatita muerta, con señales de ataque, y al gato negro lamiendo sangre de sus garras. Sin dudarlo lo corrió de su casa, pero no se iba, cada noche desde fuera de su ventana todos podían escuchar al gato con lo que parecían gritos. Hasta que un día no se escucharon más.

Al pasar el tiempo y llegar el caluroso verano nuevamente a Mexicali la joven decidió abrir su ventana para refrescar su hogar. Días después los vecinos se percataron de un olor fétido que salía desde su hogar. La encontraron con rasguños por todo el cuerpo, muerta de asfixia, habían enredado en su cuello una especie de cuerda suave, como la cola de un gato.

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